Los reales, ¿dónde están?

El petrodictador amenazó con ser presidente hasta que la rana eche pelos, pero como van las cosas últimamente en Venezuela, quizás hasta salga ganancioso si puede terminar su periodo el 2012, dado que el pueblo agobiado de problemas ha empezado a preguntarle: «Dónde están los reales?

Y Hugo Chávez responde con la brutalidad militar. Ordena la captura de puertos, aeropuertos, carreteras y hospitales que estaban bajo dominio de los gobiernos regionales desde 1989 cuando Venezuela conquistó la descentralización administrativa.

La Constitución venezolana estipula que los estados son los »exclusivos» administradores de esos bienes, pero la Asamblea Nacional chavista aprobó una nueva legislación, sin importar que una ley cualquiera no puede modificar la Carta Magna. Un tácito golpe de Estado, pues.

Lo que busca Chávez es doblegar a los gobernadores opositores que le ganaron en las elecciones regionales del 23 de noviembre en los estados más importantes del país, desde el punto de vista económico, político, cultural. Ahora si se cae un puente o faltan pupitres en las escuelas, las autoridades regionales deberán ir a Caracas a mendigar soluciones.

En el fondo lo que el autócrata necesita urgentemente es dinero para mantener a flote su »revolución» basada en la dádiva, el cohecho y el soborno. La crisis mundial hizo que el barril de petróleo baje a un promedio de $41. Hace un año estaba en $147. El teledictador había asegurado que Venezuela »está blindada» y que no le afectaría la crisis «por más que el barril llegue a cero».

Pero resulta que la petrochequera se agotó. Ya no hay »real» ni para acallar a los sindicalistas chavistas. Los 20,000 trabajadores del Metro de Caracas firmaron un contrato colectivo que ahora el régimen no quiere reconocer. El sátrapa amenaza militarizar el organismo, si es que no se llega a un acuerdo en los próximos días.

Pero lo más grave es lo que ocurre en las industrias básicas del hierro y el aluminio en Ciudad Guyana. Decenas de miles de trabajadores reclaman el cumplimiento de contratos de trabajo y Chávez los tilda de »bandidos». La tragedia se multiplica porque las que eran el orgullo de la industria nacional ahora son empresas deficitarias y muchas plantas están paradas desde las nacionalizaciones ordenadas por capricho demagógico.

El malestar sindical alcanza a PDVSA, que hasta el 2002 era la cuarta empresa petrolera mundial. Desde que el gobierno se hizo cargo de sus operaciones se han dilapidado millones de dólares. Su nómina más que se duplicó de los 40,000 obreros habituales. Unos 50,000 supernumerarios ven asomarse la nube negra del despido. La ineficencia hizo que el principal país petrolero del hemisferio importe actualmente gasolina para su consumo interno.

Maestros, médicos, universidades anuncian paros. Si Chávez incumplió promesas de aumentos salariales cuando derrochaba a manos llenas los petrodólares, ahora será peor. Dicta tenues medidas para paliar la crisis que como torrente desbordado se abate sobre Venezuela. En los 10 años de su gobierno los ingresos del país alcanzaron la friolera de $894,000 millones y la gente que ve la crisis en los sistemas de salud, de educación, el desabastecimiento alimenticio y la creciente inseguridad le pregunta cada vez más airada: «¿Dónde están los reales? Grave. Muy grave.

Fuente : http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/416650.html

Chávez frente a Obama

Aqué juega Chávez? Bush no le gustaba, pero el nuevo presidente tampoco. Hace unos días llamó a Barack Obama »pobre ignorante». También le había advertido que no siguiera el »camino torpe y estúpido del anterior gobierno», además de conminarlo a que »demuestre un poquito de inteligencia» y despedirlo con un »váyase a lavar ese palto, señor Obama». Los venezolanos saben que significa esa «sutil expresión».

Pero está perdiendo originalidad. Su guión ya lo conocemos. Es el que desarrolló antes, durante y después de la Cumbre Iberoamericana de 2007. El mensaje en esa oportunidad es similar al que quiere enviar en la próxima cumbre: Latinoamérica para los latinoamericanos, es decir, defender un proceso de integración sin la participación de lo que llama imperialismo estadounidense o europeo. Por lo pronto, la rabieta ya le sirvió para calentar el ambiente previo a la Cumbre de las Américas y ganarse el protagonismo.

Esas declaraciones van más allá y evidencian una estrategia encaminada a desgastar la imagen positiva con la que el hemisferio recibió a Obama. Chávez sabe muy bien que la amenaza letal a su revolución es un presidente del »imperio» que penetre en las mentes y corazones de los latinos, por ser capaz de crear una nueva relación de socios basada en el diálogo, el respeto, la solidaridad y la cooperación. Y nadie lo puede hacer mejor que Obama, razón por la cual necesita convertirlo en una gran frustración para la región.

El centro de gravedad de la revolución bolivariana no es el petróleo, ni la carrera armamentista, es el imaginario colectivo adverso a los Estados Unidos. Es similar el sentimiento que en el Medio Oriente facilita el reclutamiento de jóvenes por organizaciones terroristas como Hamas o Hezbolá, con las que simpatiza Chávez, o que explica que en los países de esa parte del mundo, con excepción de Israel, las encuestas detecten un apoyo importante de la población a Al Qaeda y a Osama bin Laden.

Para Chávez resulta crucial mantener el clima antinorteamericano. Su poder en Venezuela y su influencia más allá de las fronteras se ha construido sobre la base de endilgar a la Casa Blanca todos los males planetarios y en especial las desgracias que padecen los latinoamericanos. Su alianza con Irán, Rusia y China tiene como motor, en diferente grado, el elemento antiestadounidense. Más que identidad con el socialismo del siglo XXI por parte de Evo, Ortega, Correa, los Kirchner, Lugo y otros dirigentes, lo que hay es un común denominador: llegaron al poder criticando las políticas económicas asociadas a Washington.

Satanizar a Obama le sirve también a Chávez para posar de perseguido por el imperialismo. La calificación de »pobre ignorante» es una respuesta a la acusación de que »exporta terrorismo», lo que está más que comprobado. También le es útil para evadir la responsabilidad de haber convertido a Venezuela no sólo en santuario de las FARC y del ELN sino del narcotráfico, al tiempo que para esconder la grave situación de derechos humanos.

Finalmente, es un recurso para uniformar a sus compatriotas. Con la fantasía de que Estados Unidos, según Chávez, tiene un plan para invadir Venezuela, todo aquel que no se una a la cruzada contra el imperio es un antipatriota. Es previsible que potencie esa noción de enemigo ante la crisis económica y social en ciernes. Si se supera la percepción de que Estados Unidos es »el problema», se le cae la estantería y el fundamento que soporta la revolución bolivariana.

Obama no debe caer en la trampa de Chávez, sino pasar por encima de él. Al igual que lo ha hecho con entrevistas a medios de comunicación del Medio Oriente, debe hablarles directamente a los venezolanos, lo mismo que a los demás pueblos gobernados por líderes hostiles a Estados Unidos. Un diálogo permanente con los ciudadanos de América Latina, acompañado por hechos concretos, quiebra por la base la revolución bolivariana, desactiva el actual proceso de radicalización, neutraliza las fuerzas políticas que basan su apoyo en el odio al pueblo norteamericano y reduce la posibilidad de que nuevas organizaciones terroristas surjan en el continente. La próxima Cumbre de las Américas es la mejor oportunidad para comenzar a hacerlo.

Fuente : http://www.elnuevoherald.com/opinion/story/418184.html